He venido junto al mar siguiendo tus huellas,
tus pasos de niño, inquieto y travieso
de adolescente soñador, reflexivo y profundo.
Aquí estoy, envuelto en la penumbra,
admiro tu amor inmenso, sosegador, apaciguador,
interminable como el mar, dormidero de los estruendosos ríos.
Aquí desfogo mis penas,
junto a tus huellas sobre la arena húmeda
La brisa eleva al cielo tus recuerdos
Me pierdo en las estrellas
hoy están relucientes
cielo despejado como tu franca sonrisa que deslumbró tu rostro.
Gracias, maestro, Guido Estuardo,
mensajero de la fragilidad, de la plenitud de la vida,
la nobleza, la sensibilidad humana.
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