Tus pasos languidecen
con la quietud del silencio
con la quietud de la tarde
con la quietud de la tarde.
Tus pasos languidecen,
en la penumbra
de los rayos del sol
ourolean tu cabeza.
Tus pasos languidecen
en la finísima arena,
cual sábanas grises
extendidas sobre el césped.
Tus pasos languidecen,
en el grito del silencio
¡Ya no llores..Ya no llores!
(Trujillo, 12.08.1995)
8/15/2006
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